Llegan 7 personas y cada una trae un vegetal. No saben para qué, pero lo traen. Eso ya es confianza.
Se juntan los vegetales en la mesa: 1 hinojo, 1 remolacha, 2 zanahorias, 2 varitas de apio, 1 cebolla morada y un brócoli del que usamos medio. Las cucharas pelan las verduras y las manos las parten y las desmenuzan. Artesanía.
Al llegar a casa la cazuela al fuego, chorro de aceite de oliva y cuando tiemble: todo dentro, salteado hasta que el fondo del recipiente se ponga marrón.
Entonces, chorro de coñac. Y que grite un poco.
Después, agua hasta cubrir.
Un hervor lento.
Hacia el final, una majada de ajo crudo y almendras sobre la superficie dorada.
Ya en el plato, imagino las manos desmenuzando sobre la sopa un huevo hervido, espolvoreando pimienta, añadiendo unas briznas de cebollino picado y frotándose en señal de regocijo. Todo esto sería posible, pero tengo tanta hambre que sólo puedo coger la cuchara, llenarla y comer. He dormido de maravilla.
Mariví