Palabras de Andrés Calamaro, (que comparto)
Partidos en la derrota.
Anoche se dieron curiosas circunstancias en lo deportivo y en la vida política, que también tienen tratamiento televisivo y contaminante en las opiniones. Aunque, según lo visto las predicciones no resultaron según lo previsto por la mayoría. Se celebraron segundas elecciones generales en España: a la luz de los resultados el electorado (que no es un conjunto de votantes que responden a idénticas motivaciones ni se puede juzgar como a una sola persona) optó por el mal menor (cierro comillas) quizás después de haber contemplado seis meses de ademanes (ínfulas) “emergentes” o considerando el concurso de la municipalización (el ejemplo practico de lo es la gestión de la nueva izquierda que algunos consideran ya: izquierda frívola, izquierda televidente o consecuencia de una heurística que hace hincapié en los errores imperdonables del contrario mas que en la garantía de bienestar que es lo que la mayoría reclama). El viento que sopla desde Gran Bretaña auto excluida de la Union Europea, los agitadores en Catalunya (ocupantes ilegales de inmuebles), un discurso que fue templándose de forma alevosa: desde el estalinismo y el resentimiento, hacia un concepto de unidad de España y posibles pactos que no se concretaron hace apenas seis meses: pudieron haber sido el detonante del inmovilidad de la masa electoral. La izquierda emergente terminó como empezó, con idéntico numero de diputados pero con un millón de votantes menos. Eso después de nuevas alianzas, el debut legislativo con beso en los labios incluido, discusiones interinas y un exceso de pantalla; en efecto, los candidatos se prodigaron hasta que dejaron de importar, quizás entonces se cotizó el silencio frente a una serie de discursos que, por lo variado en su forma y en su contenido, resulto poco atractivo para la gran masa de electores del concierto democrático. El desprecio por la constitución y la unidad, el dedo acusador permanente y el rencor sostenido, fueron mutando en: manos tendidas después de imponer la fantasía de un ejecutivo alternativo, un discurso plurinacional templado in extremis y un cambio de registro ideológico que irritó a los consecuentes radicales pero no sedujo a la gran mayoría que es lo que importa. Del otro lado del charco, la lógica de la derrota paralizaba a un país que le da tanta importancia a la gesta deportiva como al destino político, una expresión mundana que afecta no solamente al país en cuestión, porque el calor de las elecciones españolas también parece congelarse para el próximo partido de la segunda selección roja: hoy por hoy, España “no es tan roja” como Chile. Obligados a ganar, los jugadores argentinos (contrastados en las ligas europeas) se vieron superados en estrategia y táctica por un combinado transandino que supo combinar orden, fuerza y convicción; tres elementos que no sobraban en la filas del seleccionador argentino, ahora definitivamente especialista en estrellar coches de lujo. Argentina se encontró sometida a la propuesta chilena: marcajes fuertes, soportar la presión de una final, atacar defendiendo, salir jugando. Eso hizo Chile. Una Argentina desconocido jugo a defender y a defenderse en un terreno en donde los vecinos resultaban mas efectivos. Aunque mi análisis no se haya visto retratado en un marcador sin goles, fue la sensación que dio el transcurrir del juego que llego, conmigo ya durmiendo, a una tanda de penas máximas que dejo una resaca de mas pena máxima.
Los responsables deberían dar la cara y ofrecer su puesto considerando la inapelable lógica de la derrota; el único que ofreció la renuncia fue Messi. El mejor jugador de su selección, la gran figura de la última década en el mundo del balompié. Un jugador en un plantel de 23 jugadores. Ningún responsable individual se ha pronunciado para disculparse por el malestar ocasionado. Fuera del fútbol, volviendo a la jornada de incansables elecciones en España: El discurso de la derrota fue volver a las formas originales: señalar con el dedo al oponente, mentar a “los poderosos”, a Salvador Allende y al Che Guevara. Algo así como apelar al “espíritu” de Maradona en México. Que duda cabe que, sentados en un cómodo sillón, mas de uno debe estar agitando las sabanas de los fantasmas. Ahora bien, un partido de fútbol lo disputan un numero inicial de 22 jugadores sujetos a cambios de apariencia táctica o por razones de fuerza mayor; si los futbolistas tienen un país detrás, eso pertenece a la liturgia … Lo demás puede intuirse: dislates federativos, diferencias con el entrenador, ambiente en las internas del vestuario. Pero unas elecciones no las disputan los candidatos en un cuerpo a cuerpo, la deciden los ciudadanos en sus distritos, provincias, autonomías, municipios, provincias, naciones, ciudades y pueblos. El retroceso de los “emergentes” es (una obviedad) equivalente al crecimiento de los conservadores y a la supervivencia del socialismo español: pero hace mas ruido. Es el ruido inversamente proporcional a los ademanes municipales, a las medidas extremas, a la prohibición de practicas culturales y folklóricas, al resentimiento por las costumbres populares y religiosas, a la exageración en la gestos de una lucha que ya no pertenece sino a una aparente izquierda decididamente frívola. A pesar de los manotazos de ahogado de un candidato cumpliendo su ultimo servicio electoral a rebufo de la derrota, los perfiles de esta aparente izquierda adolescente no tienen mucho de ideológico, no responde a lo que conocemos como “la izquierda racionalista” de los intelectuales ni de los trabajadores; responde a la periferia republicana, al regionalismo del rencor, a la insistencia en fracturar un país, al desprecio tardío por cualquier símbolo que no responda a una cultura nihilista, de apariencia universitaria o callejera; la de los titiriteros, la de un reducido grupo de artistas y artesanos auto convocados como posibles “artistas del régimen” antes de tiempo; una corrección política entre comillas pero exagerada, una frivolidad alentada por una televisión de capitales conservadores y por el conjunto de población virtual, olvidando los principios fundamentales de la convivencia y el respeto, para apurar un final que amerita mayor auto-critica y no tanto buscar explicaciones dialécticas ni patear balones fuera. Mientras tanto en Paris: Todo estaba previsto en los sondeos: España (que prudentemente se hace llamar La Roja para no ofender fuera del perímetro de las Castillas, Aragón y Andalucía) jugaría al toque y el juego pasaría dulce por las botas del crédito de Albacete. A lo suyo, Italia jugaría a amontonar gente. Los pronósticos “no pueden fallar”, el entrenador italiano juega compacto y La Roja juega sobrada de fútbol cuando no tiene un rival que ponga fútbol, sobriedad, decisión, velocidad y piernas. Cuarenta y cinco minutos después los pronósticos arrojaban un resultado inconveniente. Los miles de aficionados ibéricos instalados en Paris permanecían tan silenciosos como el Marques, el hombre que llevo al seleccionado de la gloria africana al escarnio brasileño sin perder la compostura ni resignar los privilegios del marquesado. Impotentes, los comentaristas de la televisión local tienen la complicada misión de ofrecer el fútbol de selecciones a un publico acostumbrado a otro tipo de consumo catódico. Imprimen emociones a jugadas corrientes, inyectan un optimismo impostado que no se corresponde mucho con la realidad. Una vez mas parece que la mejor estrategia es: no hablar demasiado ni exagerar los ademanes verbales. Los minutos transcurren implacables y lo mas probable es que comentaristas, futbolistas y entrenador, tengan que levantar desganados el puño y entonar -con aparente orgullo- el verso apolillado de Quilapayun: “El pueblo unido jamas …”. Lo suerte estaba echada, hoy España amaneció menos roja. Argentina hace catarsis en internet. Una triunfal ola azul tiñe Paris.
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Gandhi.