LA MATANZA, hasta en Harvard hablan de ella!!!
Con más de un millón y medio de habitantes, La Matanza es un partido gigantesco. La mitad de la gente vive bajo la línea de pobreza y el 40% de las calles son de tierra. Hay 106 villas.Y también zonas prósperas en San Justo, Ramos Mejía y Ciudad Evita.....Vereda y banquina, todo del mismo color. Tierra, cascote, humo, gasoil. Lomo de burro, bola de lomo, vendo carbón. Cumbia y rocanrol; chalecito, rotonda, monoblock. Carne de vaca (for export), aguante Lafe, yo soy de Brown. En La Matanza son muchos más de un millón, y qué extensión. Cabe seis veces Morón. Los negocios de Lomas del Mirador ya quedaron atrás, llegamos a la vía y el tren, que corre una vez por hora para cada lado, va a pasar justo ahora que un pobre perrito manchado duerme sobre la vía. Esta sí que es una de suspenso. Una con final feliz. Será el temblor, será la buena estrella: cuando el tren está a menos de cien metros, el perrito se pone a salvo sin alarma, y prosigue con su siesta a un costado. El tren pasa cortito. Lo usan los cartoneros, los pibes que van a estudiar, los muchachos del Mercado Central. Pegados a la vía, frente a un lubricentro abandonado, quedan unos surtidores marca Siam Di Tella, todos los cristales rotos, la tarifa clavada en 659 pesos el litro. Son los más visitados para las fotos entre reas y kitsch de las quinceañeras de cumpleaños. Más adelante, no tanto, la rotonda de San Justo es infierno circular indomable. Es el cruce del Camino de Cintura y la ruta 3, columna vertebral de este partido, coloso del Conurbano, que Viva recorrió durante dos semanas. Por la rotonda pasan todos los colectivos. Donde ahora hay un híper estaba la Textil Oeste, la más grande de Sudamérica. El que no trabajó en la fábrica, seguro que tiene un tío que sí, o no merece ser llamado matancero. A los 81 años, desde su pinturería, Emi Cecotti lleva 35 viendo dar vueltas los autos. Hay que atribuirle en absoluta medida que la plaza del medio de la rotonda se llame República de Italia. Su frustración y la de Elvira, compañera en la vida y el mostrador, es que en la plaza no haya alguna pérgola o caminito florido que la sustraiga de ese aspecto de inexpresivo redondel de pasto. Lo único que hay son unos palitos amarillos para reprimir la tentación del atajo cross country durante los frecuentes embotellamientos. Diana, la hija de Emi y Elvira, estimó que semejante bochorno vehicular merecía un poema. Rara rotonda -escribió-. Rellena de rueda/ ruido ruin que ronda. Hasta Isidro Casanova, un suspiro. Detrás de unos eucaliptos se advierte la mole de cemento y vidrios (rotos) erigida como pórtico del Parque Sanitario Nacional. Nunca hubo nada de eso. Hoy aloja a una escuela técnica. Atrás está el hospital Diego Paroissien, que construyó la dictadura porque pensaba llevar a los heridos del conflicto con Chile. Tampoco hubo nada de eso, se sabe. Como está en un terreno bajo (se inundó varias veces), no se ve desde la ruta, aunque no está a más de 100 metros. Es uno de los dos hospitales provinciales del partido. Hay cuatro municipales pero no alcanzan: el servicio está sobrecargado en un distrito donde según cifras del Ministerio de Salud bonaerense, el 44 por ciento de los habitantes carece de cobertura de salud ¿Cuánta gente es? Primero habría que esclarecer cuántos habitantes tiene realmente La Matanza. El Censo de 2001 contó 1.255.000. Pero como se supo que los censistas no entraron a muchos barrios, el intendente lo impugnó. Los cálculos municipales empinan la cifra a más de 1.500.000 habitantes. Sólo la Capital y cuatro provincias tienen claramente más. En la ruta, banquina y vereda se funden en una franja monocolor que va desde el pavimento hasta el umbral de los negocios, una hilera ininterrumpida de mayoristas, carbonerías, corralones, madereras, compraventa de coches. El Duraznal no parece el nombre más lógico para un puesto de venta de huevos, pero ése es el rubro. Se puede parar después de chequear la presión en un gomería con santuario del Gauchito Gil incluido. Un armazón semicircular introduce a un barrio. En cada pilar hay un león de cemento. No hay aviso sobre el nombre del barrio, pero abajo del león de la derecha hay un pizarrón con letras a la cal que anuncia una oferta de bola de lomo difícil de empardar. El barrio Oro Verde tiene su arco con nombre, tan verde como verde pueda ser. En González Catán ya hay vacas merodeando. Privilegiada la que come con fruición después de embocar la trompa en un cajón de frutas. Tierra y humo son un solo cuerpo. Humo de las parrillitas (toldo, hule con pegote, coca de litro), de las quemas, de escapes los colectivos, que jamás desprecian las banquina para ganarle la guerra al horario. En un día duro, desde el puente del kilómetro 29 se puede tardar 40 minutos para hacer nueve kilómetros. En esa franja viven 350.000 habitantes. En unos tinglados autodenominados granjas se venden gallos bien procreadores y gallinas superponedoras. Y ovejas. Un pato perfectamente puede cruzar la ruta y perder la vida de una manera miserable. La otra opción es la cacerola. Otra granja, un poco más allá, brinda un servicio de pato a domicilio. El barrio Nicol El partido vive en estallido demográfico. "Es posible que nunca llegue a tener todas sus calles asfaltadas, porque las obras nunca podrán ir al ritmo del crecimiento de la población", asume el intendente Alberto Balestrini, el que le ganó a Pinky, el que (dicen) habla dos veces por semana con el Presidente. La Matanza, donde 14.200 cuadras (el 40 por ciento del total) están sin pavimentar, tuvo sus primeras ocupaciones de tierra en los 80. Con su movimiento 26 de Julio, Lili Galeano organizó un asentamiento en el kilómetro 35 de la ruta 3. Fue llamado Nicol. "Ni colectivo ni colegio", impuso el ingenio popular. Nicol, Nicoll, o Nicolle (cada uno anota como le gusta) está abrazado sin afecto por un contaminado brazo del río Matanza, el terraplén de relleno del Cinturón Ecológico y dos cementerios. "Con todos los problemas -dice Lili- acá intentamos criar a los hijos lo mejor que podemos". Con protestas que incluyeron cortes de ruta, consiguieron los cuatro kilómetros del asfalto hasta el barrio. Un acceso aceptable, cargado de lomos de burro. Todavía siguen sin colectivo, pero lo suplen con un clásico del Conurbano profundo: el remís a 0,50. Hay, sí, una escuela, pero con los cursos divididos en tres lugares distintos. Son 700 alumnos. Ahora están haciendo una más grande. Nicol tiene 160 casas de material construidas por cuadrillas de vecinos, varias de ellas comandadas por mujeres. Pero en total hay 750 familias. Funciona un taller comunitario de costura y otro de ventanas de hormigón, pero la mayoría sobrevive con los planes. En el partido de La Matanza, los chicos de 5 a 9 años representan la franja de edad más extendida. En Nicol eso es muy palpable. "Yo tengo cuatro chicos y son pocos. Acá es famosa una chica porque tiene dos nada más", cuenta Mónica Riarte, de 28 años. Los chicos con bajo peso son comunes en el barrio, que tiene un salita que cierra a la noche y no abre los fines de semana. Para cubrir el bache, funciona un sistema de promotores de salud, que son los propios vecinos. "Acompañamos a la gente al hospital, o les sacamos turnos. También juntamos información sobre enfermedades respiratorias o cuadros de diarrea", dice Rubén Alvarado, de 54 años. En Nicol, no más del 5 por ciento de los habitantes tiene obra social. Y sólo el uno por ciento está asociado a un servicio de emergencias. Uno de cada tres vecinos tiene el baño afuera. El 38 por ciento vive hacinado (más de 3 personas por ambiente). Se manejan con garrafas pero sólo para cocinar. Para la calefacción, recurren a los ladrillos con una resistencia, como los que usan los presos. O al brasero. Bañarse con agua caliente es toda una tarea. "Yo uso el sistema de la jarraducha", cuenta una chica con gorrito. Un personaje del barrio es José María Romero, un hombre de 65 años. A su casa, muy precaria, le añadió un consultorio: ahí tiene el único nebulizador profesional del barrio. De acuerdo con la teoría más firme, el nombre del partido se debe a una masacre que ocurrió en un choque entre el hermano de Pedro de Mendoza y un grupo de aborígenes. Hoy, este territorio llano que se extiende desde la Capital hasta Cañuelas, es el gigante del Conurbano. "Una provincia con el presupuesto de una biblioteca popular", resume el intendente Balestrini. Son 240 millones por año. "Casi lo mismo que el Congreso", apuntan sus allegados. Poco dinero en un distrito donde, según los datos que maneja el propio intendente, el 50 por ciento de los habitantes vive bajo la línea de la pobreza y el 23 por ciento es indigente. El mismo partido donde nacieron muchos movimientos de desocupados fue un gran centro industrial. Una empresa llamada Chissotti Hermanos llegó a hacer 1.500 litros de ferné y grapa por día. Pero los monstruos fueron las metalúrgicas. Y las textiles, como Danubio, con su famoso silbato de cambio de turno, que se escuchaba a 11 cuadras. Llegaron a funcionar 12.000 industrias. Hoy rondan las 4.000. De cada 100 desocupados que hay en el partido, 19 nunca trabajaron. No son chicos que recién salen del polimodal: el promedio de edad es de 27 años y dos meses. No pueden esperar mucho: su promedio de hijos es de 2,5. No todos son bajones. En La Matanza tuvo mucha presencia el proceso de empresas recuperadas por sus trabajadores. Los del frigorífico Yaguané, por ejemplo, en el kilómetro 38. Habían perdido la fuente de trabajo y armaron una cooperativa. No ganan mucho, 150 pesos por semana, pero el reparto es equitativo. En el frigorífico matan 3.100 animales por semana. La faena es un espectáculo impresionante. Por hora, 170 vacas que entran mansas terminan siendo (dos) media res, luego de un coordinado proceso que combina tecnología y precisión cuchillera de un plantel de hombres de impecable blanco. Parte de la carne se exporta a Rusia y a Angola. Cerca del kilómetro 40, un club de campo tienta con actividades deportivas de nivel. Cinco iglesias evangélicas por kilómetro puede ser un cálculo mezquino. En el 44,50 -Virrey del Pino, la localidad matancera del fondo- cuatro paisanos de boina y pañuelo pican unas achuras regadas con cerveza. La cita es una parrilla-copetín al paso, casi en la banquina. Miguel Angel Martínez, el cantor de los amigos, manda a buscar la guitarra al bar del otro lado de la ruta, el suyo. "Cuando cierra éste abrimos el de enfrente. La ronda es interminable. Son las cuatro de la tarde y los muchachos no se paran desde las once. Martínez canta a dúo con Angel Anchaco, gaucho de 70 años. Anchaco trabajó 26 años en el frigorífico que está a unos pocos pasos. "Soy el socio del dueño, pero me manda acá para disimular", bromea. Historias del aire San Justo, cabecera del partido, tiene sus torres gemelas, dúo de edificios nuevos que se ven desde cualquier parte. La Catedral también tenía las suyas. Narra la leyenda que demolieron una porque un aviador de la zona hacía vuelos rasantes y la afectó con las vibraciones. La anécdota, poco creíble, no le roba a La Matanza su condición de localidad pionera de la aviación. Junto a la ruta funciona el Aero Club Argentino, el primero del país, el tercero del mundo. Fundado en 1908, hoy tiene su primera presidenta mujer, María Rolandelli, una contadora que aprendió a pilotear a los 50. La verdad es que la torre faltante de la Catedral fue demolida para construir el obispado. En La Matanza, donde todo abunda, hay dos diócesis. La de San Justo, y la de Gregorio de Laferrere, centro populoso por excelencia, zona humilde pero con Mc Donald�s. Ahí nomás de la estación está la cancha de Lafe, el villero, cuyo gran ídolo, el que volverá, es el pelado José Luis Sánchez, referente del balón bien tratado y con apodo definitivamente matancero: Garrafa. El rival deportivo es Almirante Brown (abréviese y léase Bron), de Casanova, el equipo de Las Marineritas (las porristas más atrevidas), el que estuvo a punto de subir a Primera. Cada clásico es un convite a la pasión y al gran operativo policial. Bicivoladores En la antigua planta de la Chrysler está la Universidad Nacional de La Matanza. "Generó una posibilidad de acceso social que antes no existía", celebra Hilda Agostino, titular de la Junta de Estudios Históricos. Sólo el 10 por ciento de los alumnos tiene padres universitarios. Dicen que es la universidad de las bicicletas. Se ven muchas entre los pabellones reciclados. Todas están perfectamente atadas. Parte de la historia más siniestra del país también tuvo lugar en el partido: sobre la Ricchieri funcionó El Vesubio, el centro clandestino de detención más grande después de la ESMA. Delia Blanco, presidenta de la APDH local es una veterana luchadora por los derechos humanos. A los 80, recorre las comisarías instruyendo a los policías sobre cómo tratar a los jóvenes. También visita los boliches para controlar matafuegos y salidas de emergencia. La tragedia de Cromañón tiene lazos concretos con La Matanza. El grupo Callejeros nació en Villa Celina. No por casualidad, 40 de los 193 muertos eran del partido. Si se toma la lista oficial de la Cámara Argentina de la actividad, el único shopping matancero está en el hipermercado Auchan, en La Tablada. Justo en el predio del regimiento donde sucedió el copamiento de 1989 hoy se pueden comprar unos lindos jeans caros, o procurarse una hamburguesa y perder la vista en alguno de los cuatro televisores montados sobre una estructura que recuerda a una plataforma de lanzamiento espacial. En el fondo siguen en pie los edificios militares. Todo ese sector está abandonado y en venta. Las bolas que adornan el portón lucen un insolente yuyo vertical que crecerá hasta el cielo si nadie interviene. Un pibe de 16 años, cigarillo en la oreja, bici nueva, curiosea el lugar. Nació en las horas del copamiento, cuenta. Es de Aldo Bonzi, pero pisa seguro en barrios de respeto. "Por la zona conozco a todos los transas", se ufana. La droga pega duro. "Las bases sociales están deterioradas y hay muchos puntos de venta. En los barrios humildes se mueve la pasta base. En Ramos Mejía o San Justo, circulan más la cocaína y la marihuana. Lo bueno es que cada vez hay más pibes que van a los centros de atención", reseña el psicólogo Alfredo Macrade, coordinador en la zona de la Subsecretaría de Adicciones provincial. El chico de la bici va a Jesse James, boliche muy concurrido en Casanova. Ahí pasan cumbia. Ramos Mejía, zona más selecta, conserva un templo histórico de la noche del Conurbano. Pinar de Rocha abrió hace 35 años y ahora se autopublicita como "la discoteca más segura del país". Un pub con forma de locomotora es el chiche nuevo del complejo, pero la joya sigue siendo el viejo boliche, con sus ornamentos de castillo medieval, repleto de guaridas íntimas. Hay oportunidad para cincuentones, y un show erótico los jueves. Para tiernos aprendices, los viernes. La preferida Blanca residencia, columnas, fuente a la calle, palmera en la vereda. ¿Miami? No, Ciudad Evita. Construida entre 1947 y 1955, es la única ciudad completa declarada Monumento Histórico Nacional. Modelo de barrio obrero peronista, fue diseñado con la idea de que desde el aire se viera el perfil de Eva Perón pero los barrios que crecieron alrededor lo desdibujaron. Llevó alternativamente ese nombre y otros dos más (Ciudad Belgrano y Ciudad Güemes). No hace falta abundar sobre las razones. Rubén Acosta, delegado municipal, muestra un papel con un reclamo de unos vecinos de la nariz, e invita a recorrer el rodete, un enriedo de calles curvas estilo Parque Chas. Varios chalecitos se conservan originales, pero a otros les agregaron un garaje, los degradaron con un vidrio repartido, o le pusieron un locutorio adelante. El delegado después acompaña hasta su barrio, el asentamiento 22 de Enero. Es de los más grandes de La Matanza, con unos 25.000 habitantes. Los vecinos cuentan que lloraron a mares cuando el asfalto llegó a algunas calles. Al lado de un arroyo bastante sucio, unos operarios arreglan unos cables. Un policía los acompaña celosamente. En el patio de la capilla Santa Rita la hermana Celina controla la actividad del roperito. Lo que donan se vende por unas monedas a los vecinos. El revoltijo de blusas y pantalones desborda las mesas armadas con carteles de chapa. En el 22 de Enero, muchos se integraron a un plan de cooperativas de 16 personas que cobran el plan social más un complemento. Hacen redes de agua. En la Municipalidad dicen que, así, el próximo año medio millón de matanceros tendrá, por fin, agua potable. Ahora sólo accede el 55 por ciento de la población. El otro 45 por ciento saca el agua de la primera napa, contaminada. Unas 800.000 personas no tienen cloacas. Donde terminan los chalecitos peronistas, calle por medio, empiezan los monoblock de La Tablada. Descoloridos, parecen abandonados a la erosión. Si no existiera la membrana asfáltica ya hubieran sido consumidos por el agua. "De acá no te podés ir. Por el departamento no te dan más de 8.000 pesos. Por lo menos tiene todos los servicios", se consuela una vecina de la escalera 16 del complejo 18. "Acá hay que cuidar a los chicos porque hay muchos que venden porquerías", se apena. Para Andrea Latorre, de 38 años, que vive un piso arriba, el drama es la falta de trabajo. Su hija Johanna, de 19, busca hace meses. Los vecinos reconocen que en las entrevistas laborales, el nombre del barrio no pesa a favor. En La Matanza, el 30 por ciento de las casas son deficitarias. Qué decir de las que se construyeron en las tribunas de un polideportivo inconcluso, adentro del barrio de monoblocks. En Argentina los barrios pobres no son una rareza: pero llaman la atención esas casas en la mole escalonada, una escena entre maya, iraquí y centroafricana. Justo se obstruyeron las cañerías y los muchachos pelean contra la hecatombe. Cinta para destapar en mano, saludan con el antebrazo. El barrio tiene un orgullo: la banda de rock Los Gardelitos. En La Matanza hay 106 barrios marginales. Algunos sobrellevan la fama de zona de cuidado. Como el barrio Villegas, o la villa San Petersburgo, donde la esposa del intendente pasó un mal momento cuando hacía un recorrida: le robaron la cartera, el celular y un discman. La Matanza es el único partido que no comparte tribunales ni jefatura de Policía. Tiene 22 comisarías, con 205 patrulleros. Y unos 1.500 policías, no muchos más de los que se usan para un operativo en un River-Boca. Según datos del Ministerio de Seguridad bonaerense, entre abril de 2004 y marzo de 2005 se denunciaron 26.895 delitos. Una particularidad de La Matanza es la cantidad de extranjeros. Se acercan al 10 por ciento de la población. A Villa Celina la llaman la pequeña Cochabamba, por que hay una gran cantidad de familias bolivianas. Es una de las zonas que padece las inundaciones. La obra de un aliviador hídrico pretende ponerles fin. Un viaje desde la Capital hasta el aeropuerto de Ezeiza ofrece un rápido tour de frontera. A la izquierda en Tapiales, el Mercado Central, un mundo aparte de 540 hectáreas. A la derecha, el templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Dicen que cuando el figurón de la torre toque su trompeta será que habrá llegado el fin de los tiempos. Ni Dios permita. Agradecimientos: pinturería La Rotonda, Aero Club Argentino de La Matanza, Complejo Pinar de Rocha, shopping Auchan (La Tablada).
Esta nota de Clarín la tengo en Favoritos desde el año 2005, al ver el revuelo armado por el tema de "Harvard" "Matanza" solo pensé en recuperar este escrito y decir al mundo entero............
SOY DE ALDO BONZI, SOY DE MATANZA !!!
por si no saben a que viene esto? VER AQUÍ !!!
la nota es de un tal Leonardo Torresi para Clarín 22/5/2005.
ResponderEliminarTal vez Matanza siga siendo eso que titula esta nota EL COLOSO OLVIDADO, pero en estos días saltó a primera plana de una forma injusta siempre peyorativa, claro que desde la boca de los soberbios.......y tal
ResponderEliminarHola, buenas noches, tengo un poco desatendido el blog, pero solo fue falta de tiempo, ya les contaré........acabo de agregar una nota a pie de esta entrada para los que no sepan el por qué de este reportaje sobre La Matanza, no solo es mi municipio en Baires, si no también fue objeto de infinidad de comentarios a raíz de una visita y rueda de prensa de CK en Harvard.
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