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viernes, 30 de junio de 2023

Historia del Nivel Inicial en Aldo Bonzi. Escuela Nº74

Susana Traviganti, Maestra Normal Nacional

La educación inicial de la provincia de Buenos

Aires  tiene una larga historia, no siempre conocida

y valorada en su justa dimensión. La importancia de

su trayectoria podría condensarse en dos aspectos

principales: la búsqueda de una identidad pedagógica

singular a la altura de cada circunstancia histórica y

la incansable disputa política por su reconocimiento,

que se ha materializado en infinitas batallas libradas

por diferentes actores – en particular, comunidades y

docentes –, en el transcurso de varias décadas, para

obtener su expansión y consolidación.” (La educación

inicial hoy. Una construcción colectiva, Patricia

Redondo, 2007, Diseño Curricular de la Provincia

de Buenos Aires)

Desde este planteo nos preguntamos: ¿se hablaba

de ciudadanía en los albores de la historia del nivel

inicial? ¿Cómo se pensaba a los niños? ¿Cuáles eran

las propuestas didácticas que otorgaban sentido al ser

ciudadano desde el inicio de la escolaridad?

Con el afán de conocer algunas respuestas, sobre

todo desde la experiencia de largos años en el sistema

educativo, entrevistamos a la Profesora Susana

Traviganti, una de las primeras Directoras que tuvo el

Jardín de Infantes Nº 903, del Distrito de La Matanza

institución que lleva ya más de 50 promociones.

Jubilada hace más de 15 años, su memoria puede

dar cuenta de la búsqueda de una identidad

pedagógica por parte de un generoso grupo de colegas

que nos precedieron en la tarea de enseñar en el nivel

inicial.

¿Qué visión del ser maestro, del pensar a

los niños recordás de los inicios de tu carrera

docente?

Egresé como Maestra Normal Nacional en 1959; mi

educación estaba más cerca de Sarmiento que de lo

actual. Usábamos el delantal blanco, el de cuadritos

todavía no. Tampoco había suficientes maestras

jardineras recibidas, la mayoría eran maestras

normales.

Durante mi práctica docente, los veía en el Instituto

Eccleston, con su enorme parque, con sus doce o

trece salas, y con sus guardapolvos blancos: eran

los niños los que llevaban su año escolar, eran ellos,

no eran sólo las maestras. Entonces, desde este

presente, tengo para decir que son ellos los que hacen

la tarea, nos llevan de la mano con todo lo que tienen.

Ellos siguen guiando a sus maestras, son la vida

nueva. Ellos descubren y la maestra redescubre.

Yo trabajaba por la tarde, con el grupo pre-escolar de

la escuela pública experimental  Nº 74 de La Matanza,

un proyecto muy interesante.

Esas escuelas eran dos o tres en La Matanza, se

lanzaron como proyecto experimental de la Provincia

de Buenos Aires, acompañadas con un gobierno

democrático que miraba la educación con sumo

interés. Era una escuela pequeña, con un grupo por

año (de 1º a 7º) y un grupo de preescolar  integrado

por niños de 3, 4 y 5 años. Se armonizaban los

espacios en un solo patio de juegos. Me permitieron

elegir el método que yo deseara y elegí el método

Agazzi, dentro de la pedagogía renovadora.

El proyecto tenía la educación formal (primaria) en

el turno mañana y la educación artística, creativa,

constructiva en turno tarde. Los chicos de primaria iban

a la mañana con su guardapolvo blanco y a la tarde

sin él y elegían las actividades que querían seguir:

biblioteca, pintura, teatro, teatro de títeres, carpintería

y otras.

Mi grupo pre-escolar estaba solamente en el turno

de la tarde, así que yo compartía la mirada de todas

las otras actividades. Era realmente maravilloso ver

esa escuela funcionando en esa comunidad de “Aldo

Bonzi”. Esos chicos eran sumamente felices, de una

comunidad obrera, sencilla y muy organizada, con

su sociedad vecinal y su escuela querida que recién

nacía, a la cual iban todos los niños de ese barrio. El

proyecto incluía tres codirectoras, gabinete pedagógico

y asistencial. Los docentes teníamos dedicación

exclusiva y la obligación de hacer el seminario de

capacitación docente, de dos años, que se cursaba en

una de las escuelas de Ramos Mejía (La Matanza). Así

que después de la tarea escolar, iba a cumplir con el

seminario de capacitación en el CIE.

Me dieron a elegir una tarea extra escolar y elegí

títeres. Después de las cinco de la tarde, con los

alumnos de primaria que deseaban volver a la escuela,

hacíamos títeres una vez a la semana; el proyecto

incluía elaborar los textos, elegir los personajes,

construir los títeres con pasta de papel maché.

Las madres hacían los trajes. También se hacía la

escenografía. Se construyó un teatro de títeres armable

y transportable, siguiendo las directivas aprendidas en

el Eccleston, que nos daba todas las herramientas que

necesitaríamos para la tarea.

¿Qué destino tuvo la escuela experimental donde

te desempeñabas?

Yo me desempeñe tres años en ese proyecto. Mucho

más no duró. Era un espacio donde se respiraba

democracia, era una escuela amplia y democrática.

Cuando pregunté porque no estaba más, me

respondieron que era un proyecto caro.

Si hablamos de democracia, sabemos que todo se

proyecta. Están los que conducen hacia la luz o hacia

la oscuridad, y la educación es una parte fundamental

en donde esos intereses buscan iluminar, como en

parte de la década del ´60 o apagar, como en parte

de la década de los ´70. El oscurantismo disminuye,

retrotrae, envejece, ahuyenta, mata, trae todo eso,

y la iluminación trae todo lo contrario, la vida, el

encendido, la calle y el educar de otra manera, hasta

con permiso para educar. Esto nos fue quitado en los

70`

¿Cuáles eran las propuestas que otorgaban

sentido a la enseñanza en el nivel inicial?

En esa época, vivencié durante tres años el proyecto

de las hermanas Agazzi: un sector era el museo,

estaba en un lugar físico, todo el acopio del material

que se les ocurría a las familias y a los nenes llevar

estaba ahí y los elementos individuales con los que

trabajaban ellos estaban en su cajita que iba debajo

de la silla, luego la guardaban en los cajones de frutas

(muebles que hacíamos todas) después de construidos

y pintados, o los que hacían los padres de los nenes.

Todo el material didáctico que tenían lo hacían las

maestras, porque no había otra opción, el degradé de

colores, el tamaños y formas, lo hacíamos nosotras

para la sala como nos habían enseñado, en referencia

al método citado.

Para Educación Física, no había maestros especiales,

así que también desarrollábamos la actividad,

habíamos sido formadas para eso. Contribuían las

mamás para hacer las bolsitas, traían los bastones

y recuerdo que había una pila de ladrillos, porque

esa escuela había sido recientemente terminada, y

a mí me sirvieron mucho los ladrillos para trabajar el

peso, el transporte, el apilado y para hacer sectores

de juego y trabajar en Educación Física. Modelar con

barro también, así que íbamos a juntar tierra. Había

un terreno al lado de la escuela, con alambrado y

nos íbamos con la tablita y hojas, los portantes de la

tempera, los pinceles y las sillitas, porque ahí había

vacas, así que íbamos a pintar vacas. Para salir fuera

de la escuela solo bastaba avisarle a la directora:

íbamos a recoger hojas, a pintar, a ver la estación

de ferrocarril de Aldo Bonzi, porque la enseñanza

transitaba también fuera de la escuela. Después se

creó el miedo de lo que podía pasar. Era transparente

lo que se hacía, la palabra era lo convenido, no se

necesitaba compromiso escrito, más que nuestras

planificaciones, porque todo era planificado. Y la

evaluación, que era diaria. Después aparecieron otras

palabras: tranquilidad, seguridad.

Los derechos del niño los tomábamos, los

desarrollábamos, hacíamos conversaciones sobre

eso. Hacíamos búsquedas de material bibliográfico

y debíamos llevarlo a la comprensión de los niños de

tres, cuatro y cinco.

¿Qué escenas te parecen fundantes en tu historia

docente?

Yo fundé mi Jardín de Infantes. Empecé en un patio

de la casa familiar, bajo un parral. Les decía a los

niños: pasen y miren, este es nuestro jardín, tiene

las paredes de aire y el techo de cielo. Había una

docente de música del Jardín 903 que tenia a su hijo

en el Jardín que yo había creado, y me sugirió llevar la

función de títeres que yo hacía con mis alumnos de la

escuela experimental al Jardín 903. Ella hablaba con

mucha pasión de su trabajo en esa institución. Fuimos.

Con ayuda de los padres, trasladamos títeres, teatro,

escenografía, niños y docente. En un momento,

el personaje pregunta a los niños si vieron al fantasma;

una niña, espontáneamente responde: “nosotros no

conocemos a los fantasmas, nosotros conocemos

a las ratas”. Nos dejó paralizados. Pero hizo que yo

pensara y viera lo distintos que eran esos niños que,

aun viviendo a escasas diez cuadras

de mi Jardín, mostraban notables

diferencias con el otro grupo. Me

quedé muy conmocionada. Mi directora

de entonces me dijo que siguiera mi

camino, yo necesitaba esa palabra de la

maestra con experiencia a la alumna en

su búsqueda.

Ahí aparece otro niño y otra niña con

otra realidad. Un gran desafío porque

me encontré con niños cuyos hábitos

eran totalmente diferentes.

Un niño salía de la sala corriendo por el

parque, y me miraba, pidiéndome que

lo corriera. Era un desafío permanente;

la directora me puso como apodo:

Diana cazadora. Yo no quería cerrar la

puerta y los niños seguían escapándose.

Costó mucho ese año porque tenía que

aprender a ser maestra de ese grupo.

Era muy difícil, me dejaba una gran angustia.

Cuando me sentaba a evaluar mi tarea, era

muy estricta conmigo, por todo lo que los niños

necesitaban y yo no sabía cómo brindárselos. Fue

el año más difícil que yo recuerdo. Ahí tenía nenes

que habían sido maltratados, niños que permanecían

todo el día encerrados, con mamás que salían a

trabajar. Mi directora iba a las casas y escuchaba

lo que le contaban las familias. Hubo que trabajar

individualmente con cada uno sabiendo sus historias.

Fui viendo año a año como empezaban a venir al jardín

con los adultos, a participar, se fueron incluyendo

las palabras, cambiando el lenguaje. Nos seguíamos

formando: un día teatro, otro juego dramático. Día a

día teníamos más herramientas con las que trabajar

y eso beneficiaba a los alumnos y a la comunidad.

Venían cada vez más a las reuniones de padres

porque sabían que siempre había algo nuevo que la

maestra iba a ofrecer para que llevaran a sus casas,

que se fueran convencidos que sus hijos tenían que

terminar la escuela primaria, la escuela secundaria y

también llegaran a la universidad.

Tu relato nos hace pensar cómo los niños eran

considerados como sujetos de derecho en la

década de los 60` ¿Se hablaba del niño como

ciudadano?

No se le ponía el nombre de ciudadanía pero estaba en

nuestra formación normalista, la educación ciudadana

ya estaba implícita en el estudio de la constitución,

en el respeto diario a los símbolos nacionales, en el

recitado y el aprendido del Himno Nacional Argentino,

con todas sus estrofas y todo su concepto de

Latinoamérica. Una ciudadanía ampliada. No había

que hacer un diferenciado, eso vino después de otra

década; en ese momento la estábamos viviendo,

éramos el resultado de una democracia, la estábamos

practicando y la estábamos enseñando con la libertad

que era dentro y fuera del jardín y de la escuela.

Ese ponerle nombre tuvo que arribar después cuando

la vida y la conciencia sufrieron y despertaron a que

tenía que hacer algo para sobrevivir y entonces le

puso nombre. Por eso si hago un ensayo de reflexión

hacia ello, no necesitábamos ponerle nombre, porque

no había que estar alerta, nadie iba a quitarnos ese

espacio y ese lugar. No había que ponerle nombre.

Estaba implícito, no había necesidad de planificarlo.

¿Qué otras acciones se vinculan entre la

educación del nivel inicial y la práctica

democrática entre la comunidad y los actores de

otros ámbitos?

En el Jardín de Infantes Nº 903, de Villa Celina, se

hicieron varios trabajos relativos al arte, al muralismo,

para el primero, me contacté con Juan Manuel

Sánchez, perteneciente al grupo Espartaco. Su objetivo

era que el arte saliera del atelier y llegara a la calle.

Ellos creían que el arte tiene que estar para todos, no

encerrado. Sus propuestas se ligaban también a otras

expresiones populares. Mi vínculo fue la búsqueda

de esas propuestas, de conocerlos, de escucharlos.

Están las filminas de la época para ver como se realizó

el mural en el jardín 903. La propuesta fue que lo

hicieran los niños. Las maestras debían tomar una

temática que pudiera ser plasmada como mural en

la entrada del jardín. Juan Manuel Sánchez dijo que

él no iba a tocar nada de lo que hicieran los niños.

Una docente sugirió que se trabajara sobre el circo,

se jugó en todas las salas, en música, en educación

física, en todas partes. Cuando estuvo vivenciado, Juan

Manuel vino y habló con los chicos y las maestros y

los fue invitando por grupo, a dibujar con carbonilla;

el que tenía ganas empezaba a garabatear algo, a

dibujar, así iban armando el esquema: el público, los

músicos, los artistas…Después él fue organizando,

eligiendo, ordenando, sin borrar lo que habían hecho

los chicos. En el carrito de la cocina estaban todas

las pinturas y pinceles. Cada niño, por grupo elegía lo

que iba a pintar. Un proceso largo. Después, el tema

del muralismo siguió, cuando la Dirección General de

Escuelas pidió un homenaje post Malvinas, eso lo hizo

Oscar Levaggi8, del Grupo Diálogos de la Ciudad de La

Plata. Para los 25 años del Jardín, el de León Untroib,

gran fileteador. La idea del filete fue acercar algo

diferente, otra expresión artística. Porque toda obra

artística aporta algo conmovedor.

Como empezamos: son los niños los que nos llevan de

la mano, no somos nosotros, son ellos.

Elisa Castro

Cristina Martínez                             

2. Provincia de Buenos Aires. Situada en la región

centro-este del país, es una de las provincias con

mayor densidad poblacional de la República Argentina.

La Plata es la Capital de la Provincia de Buenos Aires.

3. En la Provincia de Buenos Aires, Argentina los

Jardines de Infantes se reconocen por un número que

empieza en el 900, por consiguiente el 903 es uno de

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Todo lo que hagas en la vida es insignificante, pero es muy importante que lo hagas porque nadie más lo hará.
Gandhi.

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