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lunes, 9 de enero de 2017

Lunes Azul de Prusia

Así era el primer libro totalmente ilustrado con fotografías








En 1704 el químico Heinrich Diesbach estaba en su estudio berlinés trantando de obtener un tinte rojo. A la cocción sólo faltaba añadir un poco de ceniza para lograr el color deseado. Pero allí no había rastro de ceniza. Su compañero le ofreció un material similar que tenía a mano, por si le servía. Al rociarlo, aquel colorante se fue transformando poco a poco. Lejos de volverse roja, la mezcla alcanzó un intenso color azul.

La receta para elaborar el tinte con el que se teñían los uniformes del ejército prusiano permaneció en secreto durante 20 años. Entonces apareció en Philosophical Transactions.
Aquel color volvió a hacer su aparición en la misma publicación un siglo después, cuando Sir John Hershel presentó en esta revista su último invento: la cianotipia, una técnica fotográfica sin cámara en cuyo resultado imperaba en azul de Prusia. Muy cerca de Hershel estaba Anna Atkins para sacarle provecho y popularizar el descubrimiento del astrónomo.



John George Children y Anne Holwel contrajeron matrimonio en 1799 y un año después nació su única hija. Al día siguiente de dar a luz, Anne parecía estar fuera de peligro, pero durante 20 meses sólo se levantó de la cama una vez. Tras la muerte de su esposa, y a pesar de su maltrecha salud, Chidren se dedicó a viajar, dejando por escrito sus aventuras en Portugal, España y Argentina hasta que volvió a reunirse con la pequeña y encargarse de su crianza.
Anna no fue la típica niña inglesa de su época. No creció elaborando su ajuar ni aprendiendo a preparar pasteles. Su padre era químico, zoólogo y minerólogo, además de poeta, y la niña quería ser como él.
Él, por su parte, la rodeó de científicos que se convirtieron en sus amigos y referentes. Cuando aún era muy pequeña, el padre ya intuía que Anna tenía «una gran debilidad por la botánica», según dejó escrito.
Cystoseira granulata, 1843.
La relación padre e hija se fue estrechando y, mientras él traducía la catalogación de las especies de Lamarck, ella se encargaba de ilustrarla con más de 250 dibujos. Su padre, entonces, ya era director del departamento de historia natural del British Museum.
Como adulta, la vida de Anna Atkins tampoco fue común: siguió codeándose con científicos, nunca tuvo hijos y desde 1839 formó parte de una de las pocas instituciones científicas que aceptaban mujeres, la Botanical Society of London, de la que su padre era vicepresidente. Al padre y sus amigos se unió su esposo John Pelly Atkins, quien incentivó el desarrollo de su vena científica y artística.





Poco se ha escrito sobre la vida personal de Anna Atkins y apenas unas pinceladas se pueden extraer de las memorias de su padre, donde figura esta aproximación al hogar en el que nació, en Kent: «Todo lo que puedo decir con precisión sobre nosotros es que la familia Children se ha asentado durante varias generaciones en una casa, que lleva su propio nombre, Childrens, situada en un lugar llamado Nether Street, si no Lower Street (por cuyo nombre se conocen en la actualidad tanto la casa como la granja que ahora son de mi propiedad), en Hildenborough, en la parroquia de Tunbridge», escribió el abuelo de Anna Atkins, entonces alguacil en jefe.
Este testimonio aparece recogido en Memoir of J. F. Children, including some unpublished poetry by his father and himself. Fue la propia Anna Atkins quien escribió las memorias de su padre. Aunque logró mayor prestigio como científica y fotógrafa, en su faceta de escritora publicó varios libros.
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Lo que entusiasmaba a Anna Atkins era ilustrar. En el caso de las algas, el proceso se complicaba. «La dificultad de hacer dibujos precisos de objetos tan pequeños como algas y confervas me ha inducido a aprovechar el bello proceso del Cianotipo de Sir John Herschel para obtener impresiones de tales plantas», escribió.
Aunque ella y su padre experimentaron con el calotipo de William Henry Fox Talbot y compraron una cámara para ello, Anna Atkins pronto quedó encandilada por el cianotipo, un invento que abarataba el coste del proceso. Al artífice de tal invento, William Herschel, les unía una íntima amistad.
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Anna Atkins empezó a trabajar con el cianotipo en 1842. Según escribió John Hannavy en Encyclopedia of Ninetenth-Century Photography, lo hacía «cubriendo el papel con una mezcla de citrato de amonio férrico y ferricianurio de potasio y exponía el papel seco ante la luz durante unos minutos».
«Es probable que padre e hija encontraran más fructífero para sus experimentos científicos el uso de plantas de Talbot en sus dibujos fotogénicos. Reflejando el ejemplo botánico de Talbot y posiblemente con el deseo de producir semejante volumen, Anna Atkins registró especímenes de alga marina a través de fotogramas», escribió Hannavy.
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Según este mismo autor, Atkins basó su clasificación de algas británicas en Manual of British Algae que William Harvey publicó dos años antes. Como ella misma escribió en el prefacio: «He partido intencionadamente de la organización sistemática que podría dar a especímenes de muy variados caracteres como muestra».
British Algae: Cyanotype Impressions, un volumen que incluía hasta 400 especies de algas, convirtió a Anna Atkins en la autora del primer libro completamente ilustrado con fotografías. Atkins publicó su obra en 1843 y a lo largo de una década con sus propios recursos y mucha paciencia: dada la imposibilidad de imprimir una obra de estas características, tuvo que copiar a mano cada imagen, cada página. De ahí que viera la luz un escaso número de ejemplares de los que no se conservan ni 20. El álbum constaba de tres volúmenes seriados, divididos en 13 partes.
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Cuando Atkins terminó British Algae, continuó utilizando la misma técnica con la colaboración de su amiga Anne Dixon, emparentada con Jane Austen. Juntas publicaron Cyanotypes of British and Foreing FernsCyanotypes of British and Foreign Flowering Plants and Ferns, además de otro álbum sin título.
Además de autora del primer fotolibro, Anna Atkins está considerada la primera fotógrafa, así como autora de las primeras fotografías con fines científicos. Según escribió Larry J. Schaaf en Sun Gardens: Victorian Photograms by Anna Atkins, realizó «el primer intento realista de aplicar la fotografía a la difícil tarea de realizar imágenes repetibles para el estudio científico y la enseñanza».
Anna Atkins murió en 1871 sin ver su trabajo fotográfico expuesto.
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POR VIRGINIA MENDOZA
Periodista y antropóloga. Autora del libro 'Heridas del viento. Crónicas armenias con manchas de jugo de granada'. Empecé a escribir en los márgenes de los prospectos. Ahora en Yorokobu.


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